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Son brazos, más abrazos hasta que un arpazo, más zarpazos hasta que ya son guños, más rasguños hasta que piel en la uña. Entonces vamos y cavamos hasta llenar otro agujero y vamos y cavamos porque ya hice otro nuevo. ¿Hasta cuándo se pregunta el castor?, ¿Hasta cuándo se pregunta el topo viejo? Pienso en ese instante si no es muerte digna la de comerse a uno mismo. Me como un pie que está bien lejos, trago sin masticar la pantorrilla hasta mi muslo. El otro pie, la otra pantorrilla, y mi otro muslo. Luego me como los brazos y resisto inundante de sangre. Imagino cosas que jamás había pensado, creo que esos momentos resuelven algo, como si al comerme pudiera iniciar una vida luminosa en un estómago.
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Ahora sonrío como loco y ya no sangro tanto, no es felicidad, es lo que puedo. Aprieto fuerte fuerte la mandíbula hasta que los músculos trepidan, e igual que guantes de goma recompuestos, brotan mis extremidades nuevamente, imperan que salga de la cama.